Por qué el agua del mar es salada
El agua de mar o agua salada es una solución hecha o basada en agua que compone los océanos y mares de la Tierra. Es salada por la concentración de sales minerales disueltas que contiene, un 35 ‰ (3,5 % o 35 g/L) como media. La densidad media en superficie es de 1,025 g/ml, siendo más densa que el agua dulce y el agua pura. A mayor contenido en sal más baja su punto de congelación, por lo que el agua del mar se convierte en hielo bajo los −2 °C, si bien se ha registrado1 una corriente en la Antártida a −2,6 °C. El océano contiene un 97,25 % del total de agua que forma la hidrosfera.
Hace unos 4 650 millones de años atrás La Tierra era una masa caliente donde no existían continentes, ni océanos, ni mucho menos seres vivos. A medida que se fue enfriando, de entre las rocas y desde el interior del manto subterráneo, comenzaron a surgir por mediación de los géiseres que se formaban en la superficie, gases volátiles y otros ligeros como el vapor de agua, que al salir a la atmósfera y enfriarse se condensaba y convertía en agua de lluvia. Esa agua cayendo constantemente sobre la superficie terrestre dio origen a la formación de mares y océanos, aunque en un principio no eran precisamente de “agua salada” tal como lo conocemos hoy en día, sino de “agua dulce”. Seguir leyendo
....Y ahora una leyenda
El molino mágico.
Cuento tradicional de Noruega Sabor a mar Los océanos son una masa de agua que cubre gran parte de nuestro planeta. ¿Pero sabes por qué son salados? Un intrépido capitán de barco recaló en un puerto de las costas noruegas para hacer negocios. Allí un comerciante le vendió unos enormes bloques de sal. El capitán los cargó en la bodega de su barco y se puso rumbo a nuevos destinos. Por el camino se desató una tormenta que le hizo detenerse en un islote helado. Allí, para asombro de los marineros y del propio capitán, un viejo mago molía enormes bloques de piedra con una extraña máquina, con tan sólo pronunciar: «Muele que te muele». Toda la tripulación se escondió detrás de unas rocas y esperó a que el mago acabase con su ceremonia para... robarle tan increíble aparato. En plena noche, subieron la máquina al barco y zarparon sin ser vistos. El capitán estaba tan contento que no dejaba de pronunciar las palabras mágicas para que la máquina no dejase de moler los bloques de sal. Pero después de varias horas la bodega del barco y la cubierta se llenaron de sal, de tal forma que no se cabía. Y por mucho que el capitán inventaba palabras para detener al infernal aparato, éste seguía muele que te muele. Hasta que tuvieron que abandonar el barco y dejar que se hundiese en las profundidades marinas, donde sigue moliendo sal. No sabemos si esta historia es del todo verdadera. Lo cierto es que es una suerte que el mar sea salado. ¿No te parece?
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